Teherán. Fin del viaje




Del 25 de octubre al 1 de noviembre

Tranquilidad en estos últimos días de viaje. Escucho la radio, en estos momentos al fondo de la melodía se escucha una quena y me acuerdo de los últimos días en Asunción hace dos años, un final de viaje igual de apacible que éste. También una cinta de Subbalakshmi, una cantante india a la que no resulta fácil escuchar pero que según vas conociendo su música puede llegar a gustar. Canta acompañada de otra voz en el mismo tono aunque más suave y de una siringa. No hay en su canción una extensión amplia de notas pero sí una modulación que anima los temas y sorprende. 



Dentro de dos semanas estaré en casa escuchando música occidental que no he podido oír en cuatro meses, y lo que he descubierto musicalmente en estos países, además de agradarme, me educa, me abre el oído para poder disfrutar de los sonidos que pululan por toda la tierra en formas tan diferentes.

El tema de la muerte me persigue desde hace mucho tiempo. Es una idea que se me escurre, me defiendo de ella porque no sé cómo tratarla, me da miedo. Ayer terminé Los versos satánicos. El último capítulo recordaba con fuerza la muerte de África y el entierro de mi padre.

No hago nada, sólo escucho música y pienso en la vida diaria de cuando vuelva a casa.

Hemos visitado el Museo Nacional y el de la época islámica. Parece como si la cultura iraní fuera disminuyendo en variedad hasta llegar a un estancamiento del que no parece salir. Éste régimen político-religioso no ayuda mucho.

"La música volvía familiares a las palabras desconocidas". Me sucede y me gusta. 

Leo a Pessoa. ¡Qué persona más solitaria! Me le imagino bajito e insignificante físicamente, temeroso del paso de la vida, de las tormentas, de las novedades: "Mi sensibilidad de lo nuevo es angustiosa, tengo calma sólo donde ya he estado", tímido: "podrían extrañar mi voz al preguntar el precio". Alegría sencilla de la existencia: "también me he puesto yo contento porque existo. He salido de casa con un gran objetivo, que era, al final, llegar contento a la oficina". "Apagarlo todo en el cuadro de un día para otro, ser nuevo con cada nueva madrugada, en una revirginidad perpetua de la emoción: esto y sólo esto, vale la pena para ser o tener lo que imperfectamente somos". ¡Qué difícil! Abrir los ojos cada mañana y ver como si todo el paisaje que nos rodea sufriera cualquier leve cambio que nos hiciera ser otro o, mejor dicho, que nuestros ojos fueran capaces de recogerlo diferente y descubrir lo nuevo.

Tormenta y lluvia el último día del viaje, último día porque Irlanda, ahora mismo parece como casa. Es Europa, nuestra civilización, y está Guille. Es la antesala de Madrid. Los finales de viaje están siempre cargados de futuro y de pasado. Recordar qué ha sido de una en los últimos meses, qué se espera de los próximos. Tiempo de hacer propósitos: despierta, abierta y activa, seguridad, tranquilidad. 




Alberto
Como siempre, son los poetas, los místicos, los artistas los que nos muestran el camino. Nosotros, conversos sin dios, sabedores de que bajo la plana realidad subyace la complejidad y la armonía, el suave placer de estar vivo y contemplar el universo debemos encontrar nuestra Meca, debemos recorrer los miles de caminos que el agua, que lava y nutre la tierra, descubre en su largo peregrinar por ella. Termino El largo camino a La Meca. Llovizna en Teherán, esperamos la fecha de nuestro regreso. De aquí sólo nos quedarían las montañas del norte y una costa que amenaza con estar llena de hormigón. Ya estamos casi fuera del viaje y en este país vimos ya suficientes mezquitas como para parar un tren.


No hice nada en toda la tarde, me acomodé tumbado en la cama y me entretuve en ir de un lado para otro de nuestra familia y nuestra casa. Miro al final de la tarde la fotografía de presentación de la exposición en la que estuvimos y siento cansancio; la intensidad de estos dos días escribiendo y pensando en casa, ahora al final del día se me aparece una saturación difícil de definir; quizás es una saturación generalizada, sentada a las puertas del regreso.

Hoy salió el sol, le costó pero al final salió, se metió en la habitación y me encontró remoloneando a las 11 de la mañana. Esto sí que es cambiar de modus vivendi, ganduleo a tope, nada que hacer (recoger quizá la vigésima extensión del visado, pero eso puede esperar). Aquí llegó el invierno y es agradable retozar entre las sábanas bajo este sol mañanero. Nada que hacer, bendita cosa, incluso el desayuno, té y plumcake, viene solito a la cama de la mano de esta chica con la que viajo.

El bazar de Teherán es como una pequeña ciudad, ramificado cual tela de araña de dos a tres pisos alrededor de una mezquita. En la ciudad hay unas pocas cosas para compaginar con los paseos y las lecturas: unos pocos museos, incluido uno pequeño de fotografía y algo de arte contemporáneo. Es una ciudad triste, la música parece no existir, a las 8 de la tarde las calles están silenciosas, los cines brillan por su ausencia.

Empieza a hacerme mucha gracia el viaje a Irlanda. Quizás esta semana que llevamos parados en Teherán y el hecho de que sea un país tan distinto esté reavivando el gusanillo de andar y ver.




Guille. Cork
Resulta curioso encontrarse de nuevo en tan poco tiempo con Pilatos (hace poco Bach, ahora Beckett), un personaje que cada vez me parece más simpático (creo que desde El maestro y Margarita).

Me doy cuenta de que a veces disfruto más de la música si no estoy mas que atento a medias, como si el cuerpo (a través del oído) supiese disfrutarla por si solo. Tal vez estar demasiado atento no es bueno, uno tiende a reconstruir lo que está escuchando. Me he dado cuenta de todo esto escuchando las cantatas para alto de Bach mientras escribía a Sonia y ahora escuchando el disco de Dave Holland mientras veo, sin sonido, un partido de fútbol.

Esta mañana me levanté media hora antes porque no quería dejar la recogida de mi paquete para el lunes. Aún así tuve que esperar hasta las doce para abrirlo. Las que trabajan conmigo alucinaban con lo del paquete. Lo abrí, tiré de la bufanda y el backgammon se abrió... las piezas y los pétalos de rosa por el suelo. En seguida todas: qué la novia ¿no?, la novia por aquí, la novia por allá, el caso es que no: mi hermana. Por la noche en la cena comparto lo del paquete con la holandesa del restaurante, me dice que mola recibir cosas de casa. Pues eso, que me ha molao mogollón lo de recibir no sólo la bufanda, los guantes, etc. sino la sorpresa del backgammon y sobre todo lo de los pétalos de rosa. Todas me decían¨: lo que tienes que hacer es meterlos en un libro, tal y cual, así que les he hecho caso y he repartido los pétalos en las páginas del libro de Haring.

Echo un vistazo a El País: se ha muerto Rafael Alberti.


Mario, El Chorrillo
Apaciguamiento de la tormenta. Nos perdemos en lo complicado y tratamos de buscar el lado más oscuro. Las tormentas se han calmado un poco, quizás vuelva el mal tiempo a hacer estragos en la vida cotidiana del pensamiento. La confianza en uno mismo, en sus propios razonamientos, en la propia capacidad de hacer es algo tan importante como para no sentirse siempre en una nube.



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Aeropuerto de Barhein: Me da pena dejar de ver orientales y volver a la afinidad de los occidentales. Es éste un aeropuerto totalmente cosmopolita. Rostros negros, oscuros, caras blanquecinas como las escandinavas... Mujeres tapadas por completo pasan junto a piernas cubiertas sólo unos centímetros. Saris, gabardinas, faldas, pañuelos, minifaldas, túnicas. Es distraído cotillear. Hay muchos cuerpos occidentales enrojecidos por el sol, tienen el mismo aspecto que si vinieran de Benidorm o Torremolinos, colorados, pantalón corto y escote generoso, gorditos.



FIN

Irán: de la frontera pakistaní a Teheran





Del 17 al 25 de octubre de 1999


El viaje en camioneta desde la frontera iraní, recorrimos los ochenta y tantos kilómetros a Zahedán en la caja de una camioneta, viento y desierto. 
La ciudadela de Bam, solitario a la luz de la mañana temprano. Mi indumentaria: gabardina, panalón negro y pañuelo.



Shiraz
Me siento en esta ciudad casi como si viviera en ella. Es acogedora y apacible. No tengo prisa ni me agobia el tiempo que transcurre ni el que nos queda. Alberto está guapo con su camisa pakistaní y sus pantalones iraníes. ¡Aquí estamos! dice en uno de los culos del mundo.

Tumba de Sayyez Mir Ahmed. Me tuve que poner un chador encima de la gabardina y el pañuelo, parecía una viejecita pidiendo a la puerta de la iglesia. Aluciné con los millares de espejuelos que cubren las paredes y techos del mausoleo y con la beatería, casi rayando en lo erótico, de las mujeres rozando las mejillas, la frente, las manos, y apretándose sobre la tumba del tal Sayyez. Ante ese espectáculo se puede ser tan irreverente como Rushdie y dejar volar la imaginación hacia lugares mas apetecibles. La religión parece que se ha convertido aquí, en gran parte, en un ritual. Ni siquiera sabe la mayoría lo que reza porque lo hacen en árabe y casi nadie conoce esta lengua. No veo a Irán como un país religioso, da la impresión de que este tema es sólo un medio de poder de unos pocos fanáticos sobre la población iraní.

Yadz
Realmente estoy cansada, no sé si es que no quería reconocerlo o  es que me ha venido de pronto; me ha caído encima el cansancio como una manta pesada y caliente que me cubriera por completo. Cansada físicamente, me duelen las piernas. Cansada de viajar, estos días de viaje en autobús son como mucho de ocho horas y sin embargo se me hacen largos. Cansada de ver mujeres con chadores negros y de ver grupos sólo de hombres en demasiadas ocasiones. Definitivamente y a pesar de la amabilidad de sus habitantes este país es triste.

Isfahan 
Estoy desganada, me duelen las piernas y me he pasado el viaje desde Yadz dando cabezadas; para escribir, mi mano tenía que llegar hasta el macuto que tenía a mis pies y esto a ella debía de parecerle demasiado esfuerzo. 



(A partir de aquí los paréntesis son comentarios de mi chico que interviene metiéndose conmigo que es lo que le gusta)

La verdad es que estos últimos días son algo más sosos, el paisaje no acompaña mucho, las mezquitas son casi iguales (atención al cansancio...) la aventura ha desaparecido (más cansancio, no la creáis), las carreteras como las europeas, (seguro que no ha rezado lo suficiente esta mañana, sino no diría estas cosas), vida cotidiana muy regular (claro, le faltan las oraciones matinales, ya lo decía, yo. Bueno, también dice aquí a mi lado que lo que le faltan son los efebos)... y la sensación de regreso. Sin embargo sigo estando a gusto paseando por las ciudades y buscando algún rincón que anime la vista (ayer me dormí en el césped a un centenar de metros de ella, no se la puede dejar sola un minuto, y cuando me desperté allí estaba de flirteo con un tío de bigote ingeniero en ordenadores dándole a la labia...), creo que falta paisaje humano. Alberto decía ayer cuando paseábamos por un bazar lleno de mujeres: ¿Te imaginas que de pronto desaparecieran los chadores? ¡Qué fiesta para los ojos y el espíritu! Y es que el color de la ropa y la diversidad de cuerpos, peinados, andares, da vida a las ciudades. El libro de Ana María Briongos sobre Irán se titula Negro sobre negro, en cierta forma es así, pero también podría ser negro sobre el pardo, gris, del desierto, ambas cosas: el paisaje humano y el físico igual de monótono esperando que haya una luz que les de vida. En el caso del desierto se puede conseguir madrugando, en el de las mujeres iraníes es más difícil, se necesita estar muy cerca para descubrir una mirada o un gesto, imposible nada más. Si el viaje continuara un tiempo largo podría seguir siendo interesante y atrayente, pero ahora mismo necesitaríamos parar e inyectarnos proyectos e ilusiones nuevas. 

Kashan - Teheran
Cumpliendo mis propósitos, me inclino, abro el macuto y cojo el boli y el cuaderno. Después soplo. ¡Qué calor! Cualquier pequeño movimiento produce un aumento de temperatura debajo de la gabardina y el pañuelo. En la estación varias mujeres intentan hablar conmigo, no es la primera vez, están deseosas de conversación, pero es inútil, no van más allá de dos o tres palabras de inglés. Una pena, me iré de este país sin saber qué piensan de este tipo de vida enmarcada en negro que les ha tocado vivir.




Guille, Cork
Vuelta al curro tras un fin de semana de festival de cine (o seudofestival) y gastos bachianos (de Bach, se entiende). El sábado fui a ver la peli de Greenaway, y resulto ser un pestiño. Me da muy mala espina, muy mala espina, el aspecto que están tomando las cosas con Peter (Greenaway). Las dos últimas pelis son todo (o "sólo") imágenes, en esta última menos todavía. The Pillow Book era toda imágenes, y por ahí se podía disfrutar, y luego estaba la historia del cuerpo, todavía bien tratada. Pero aquí se le fue la olla, hay algunas imágenes. El sonido y la música parece que se quedaron en Los libros de Próspero, y la seriedad a medias entre Próspero (su mejor película) y The Pillow Book. Además, hay en la ultima peli de Greenaway algo que no esperaba, de verdad: vulgaridad y aburrimiento porque todo se ve venir. Me dije que tal vez podría recuperarme con un Greenaway real, el de hace más de diez años, el de El contrato del dibujante.

(Unos días después)
Lo de Greenaway es agua pasada, aunque todavía tengo rojos los ojos de las lagrimas... pasará como con Robbe-Grillet, me olvidaré de que Robbe-Grillet es también cineasta (malo con ganas, y vulgar), me olvidaré de que Truffaut hizo pelis también en los años 80, del discurso estúpido del personaje que se quema vivo en la Nostalgia de Tarkovski, de que Bergman hizo una película llamada La carcoma, etcétera. Olvidare que Greenaway ha hecho películas después de Prospero. Y seguiré disfrutando. Parte de la experiencia estética, de su disfrute, pasa por ahí, por seleccionar. Lo que no es disfrutable, al cubo de la basura. Puedo decir perfectamente: Nostalgia es una película maravillosa, cuando sé que hay cosas que no me gustan. Me las salto, las olvido, punto y final.


Alberto
No, no tengo ganas de leer, miro como se encienden y se apagan las luces de un establecimiento de la esquina. No sé si voy a recuperar las ganas en los próximos días, estoy lejos de la literatura india. Subo al hotel a la tarde con ganas de tumbarme, creo que son ganas de regreso ya. Pienso mucho en casa. Quizás todavía el otoño irlandés, esas nubes verticales y ese naranja que alguien pinta por la mañana en un extremo del cielo y por la tarde en el lado opuesto, que dice Guille. Juego de luces, niebla, agua, colores de otoño, interludio hacia el vuelo final de esta aventura de los principios de los cincuenta.

El último taxista nos tenía por locos cuando le dijimos que a las cinco de la mañana en el hotel, que queríamos ver las rocas de Persépolis pintadas de naranja; después nos dijo que en cuatro horas estaba visto todo Pasargada, Persépolis y Haghefe-e Sagri, todavía nos miró más raro cuando comentamos que de cuatro horas nada, que también queríamos ver el naranja en el otro lado...

En Pasargada quedan cuatro o cinco piedras. Naghsh-e Rostam es otra cosa. Las figuras humanas posando sobre la base de los relieves magnifican las proporciones de las esculturas; las tumbas son una anécdota en medio de este ingente trabajo de talla sobre piedra. La megalomanía de grandeza de Ciro el Grande (un bajorrelieve en Pasargada muestra animales y peces con la leyenda en tres lenguas, que recuerdan su poder sobre todas las tierras y los mares) y todos sus correligionarios consigue el efecto de hacer insignificantemente pequeñas las figuras de los viandantes que se asoman a contemplar los bajorrelieves.





Lucía, El Chorrillo
Quique se alejaba hace apenas unas horas por el camino al pueblo, aún oscuro y embarrado por la lluvia. Era una capa andante que en unos segundos al subir la cuesta desapareció. Una hora después me tocó a mí ponerme en marcha. La lluvia había cedido y el camino estaba muy hermoso, amaneciendo y con esa luz propia de después de la lluvia. Caminando hacia mis clases, la gente, el tren... hacia el mundo. Hay quienes quedarían alucinados, y quedan, y calificarían de yo qué sé que el tener que andar cada día este camino, el vivir aquí y el hacerlo de esta manera... Nuestro camino me prepara, me da tiempo, para enfrentarme al día, además me garantiza tranquilidad, o mejor dicho soledad. Imaginaos levantarse por la mañana y estar en medio de la ciudad, y en 10 minutos estar en la universidad, con las clases, los compañeros... No es tan difícil ¿verdad?, Pues me costaría una barbaridad, creo que me faltaría tiempo para asimilar y pensar sobre el día que me espera. No sé explicarlo bien, pero me resulta tan sencillo... Necesito esa soledad, al menos ese tiempo vacío que tiene el camino al pueblo. Necesito ese tiempo no buscado y cotidiano.




Cruzamos Pakistán camino de Irán




Del 11 al 16 de octubre de 1999

Lahore

Me despierto temprano. Alberto está dormido. Leo el libro de Ana María Briongos Negro sobre negro y me meto en Irán sin darme cuenta. Es un hito en el viaje cada vez que cambiamos de país y de cultura. Desde nuestra primera entrada en Pakistán y hoy apenas ha habido diferencias en los países que hemos recorrido, tenían una buena parte de su cultura en común. Irán es otra cosa.

A los iraníes no les gusta que se les considere árabes porque son persas, descendientes de arios; su lengua utiliza la grafía árabe pero es una lengua indoeuropea, el farsi; tampoco respecto a su religión coinciden con Pakistán y Bangla Desh, son musulmanes chiitas.

 ¿Qué camino recorren las percepciones, cómo provocan sentimientos o pensamientos dispares? Sin necesidad de actos concretos a veces basta una mirada, una postura, para despertar nuestra afectividad o nuestro rechazo. ¿Cuántas cosas se le van presentando a esta percepción en su camino? ¿El propio orgullo, el análisis social, el grado de cansancio ante una civilización, unas costumbres, educación, cultura que chocan con la nuestra? En Pakistán hay un 25% de alfabetización, un 15 entre las mujeres. En el departamento del tren viaja con nosotros una familia, pareja con dos niños entre tres y cinco años. Por la noche el padre atendía cuidadosamente a sus hijos bajando y subiendo a las literas, llevándolos al servicio, mientras la madre dormía. Me gustaba. Ahora me siento empalagada por esa atención, solicitud agobiante hacia sus hijos. Les da un biberón, les acerca un plátano para que vayan comiendo. El extremo opuesto de la calle. Cuando un vendedor de calle se sienta enfrente de la puerta del compartimento la cierra sin consultar a nadie, la abre de nuevo cuando se ha ido. A la hora del desayuno se aposentan tranquilamente ocupando el espacio del iraní que ha bajado a pasear al andén. Veo en la mujer, y también, aunque menos, en el hombre un gesto de suficiencia desagradable. Somos de aquí, de un país con armas nucleares, buenos frente a los malos indios, no sabemos leer ni escribir pero no importa, tenemos claro que Cachemira es nuestra, que somos musulmanes y llevamos razón en nuestras creencias; mujeres hermosas bajo sus fundas de saco de patatas, libres recluidas en las casas de sus esposos, felices (?) de que las hayan salvado del oprobio en el que vive la mujer occidental; no importa que los trenes sean los mismos que utilizaban los ingleses y que estén en la misma situación en que los dejaron, ni que la mierda brote por doquier en las ciudades, somos musulmanes, no nos gustan los saris, esos saris multicolores que iluminan las calles y los campos llenos de la misma basura, mucho más hermoso una tela oscura que cubra por completo esa posesión exclusiva nuestra mientras las estaciones, los paseos de los pueblos, los establecimientos están llenos de hombre solos, que hablan desde la seguridad viril que les proporciona sentirse dueños de lo que les rodea y estar en la verdad, hombres que pasean cogidos de la mano, que se abrazan tiernamente porque son así de cariñosos y ¿quién sabe si porque sólo conocen a esa mujer que tienen guardada en casa? Bella porque está oculta, feliz porque está a salvo de peligro de la vida que pulula fuera de sus cuatro paredes de adobe y de tela; ni siquiera ha tenido que molestarse en decidir en qué lado de las paredes quiere estar. Revoltijo de sensaciones e ideas sobre un país que parece ir hacia abajo sin posibilidad alguna de salvación. Mientras un extraordinario paisaje de arena, pequeños oasis, ocres, verdes, grises, bajo un cielo uniformemente azul cielo aparece como ajeno a toda esta miseria social y personal que le ha tocado mantener en su suelo.

Taftan, sucio, polvoriento. El "hotel" es un chamizo oscuro con una alfombra raída y una cocina donde hacen té. Como retrete tenemos que usar una valla a diez metros de las casas, a la vista de todo el que pase, pueblo de cambistas (medio pueblo se pasea con bolsas de billetes detrás de los viajeros) y traficantes. En la frontera varias familias afganas refugiadas en Irán, tres viajeros occidentales.




Alberto
Tres mezquitas, la última, Wazir Khan Mosque, una preciosidad en mitad del mercado: mosaicos, la última luz de la tarde cubría de una tonalidad cálida los rojos desgastados de las fachadas. Después más mercados y las calles siempre rebosantes de gente y vehículos.
En la aduana. Hace un mes: amigos de toda la vida, brazo por el hombro, my friend, how many dolars do you have? (¿)... (¿) Ya: ¡caímos...! pelas, lo de siempre, les mandamos a la mierda, nos deshizo el macuto, vigilamos intensamente para que no nos metieran ninguna mierda entre el equipaje, mafia a tope. Así que de nuevo, a ver la jeta a estos chorizos. Debemos haber adquirido ya don de gentes (contamos ya 18 fronteras atravesadas, a Victoria le salen 14, se puso a contarlas de nuevo, hasta que a la mitad más o menos, se dio cuenta de que era una gilipollez y lo dejó), el caso es que empezaron con el mismo rollo (meten a los que atraviesan la frontera a pie -un kilómetro, no hay vehículos- en habitaciones distintas y allí maquinan), casi no abrimos la boca, los miramos con cara de bostezo, quizás nos reconocieron (esta frontera no la debe de atravesar mas de 15-20 personas al día), hicieron un atisbo de seguir adelante pero desistieron.
Un tío que nos cambia dólares al mejor precio, whitdout charge (que le demos los dólares, dice, y comenta que se va, que dentro de media hora vuelve -je, je....- que nos saca los billetes de tren gratis por las tres cuartas partes de los precios de taquilla (duros a peseta) para los trenes que queramos y cuando queramos (joder... mira que hay que ser crédulos en este mundo). Vamos, que por la noche entramos en la habitación y después de inspeccionarla encontramos que en la cerradura hay un clavo cuya única función es impedir que tú puedas bloquear la puerta por dentro. esta noche atrancaremos la puerta con los sillones, una mesa pequeña, otra grande y desencajaremos un puerta para ayudar al conjunto.
Despertamos, ponemos lentamente nuestros cuerpos en movimiento. Seguimos sin agua. La luz entra por una ventana lateral que roza el techo, cae de plano sobre el blanco de las sábanas haciendo del resto un claroscuro destartalado y triste. Las hormigas, diminutas, se pasean interminablemente por todo el piso de la habitación. La camisa nueva que me compré ayer cuelga de un clavo de la pared.




Lucía, El Chorrillo
No esperaba esta reacción. Pensé en una rápida, casi inmediata adaptación, creía que era bastante consciente de todo, de los dos mundos en los que he andado últimamente y que no me iba a chocar tan bruscamente la llegada. Es lo que me ocurre a veces, calculo mal, y en este caso parece que la impresión, la corta vivencia en India y Nepal ha dejado más posos y ha quedado algo más asentada de lo que creía. Me encuentro aún adormecida, desconocida en este entorno, entre esta gente, mi gente. Me descuelgo de las conversaciones... intento encontrar una señal cómplice en este mundo que ahora me resulta tan absurdo.


Guille, Cork
Fin a Berger (Ways of seeing). Nada demasiado especial. Interesante al principio y (hasta cierto punto) esa sociología de la pintura al óleo y su relación con la propiedad. Esperaba bastante más.

India de nuevo




Del 5 al 10 de octubre de 1999

Agra

Esta mañana hemos paseado por la ciudad mongol de Fatehpur Sikri. Una bella luz iluminaba la arenisca roja de los edificios. Sobresaliendo entre ellos, un preciosos mausoleo de mármol. Estos edificios de mármol de Agra no producen la sensación de frialdad de los europeos; las celosías y los motivos florales incrustados o tallados hacen más cálida su belleza. En los alrededores, junto al esplendor de la ciudad, miseria, suciedad, pobreza; personas de todas las edades intentando machaconamente vender cualquier cosa hasta tener que decirles, casi gritarles, que quiero estar sola.



Orgía de colores, texturas y composiciones en las tiendas de los Ghats.

Todo lo que leo últimamente y gran parte de mis pensamientos tiene que ver con este país que no acabo de comprender, que a veces me enerva, a veces me entristece como el otro día en la estación de Varanasi, a veces me cansa pero por el que no siento rechazo alguno.

La historia y la situación social de India están regidas por la teoría del karma y la reencarnación. Es prácticamente imposible por parte del pueblo rebelarse, ni siquiera aspirar a una mejora social. Lo que tengo como una incógnita es saber qué ocurre actualmente entre la gente de la calle cuando han llegado influencias culturales, políticas, del modo de vida no sólo occidental sino de otros países asiáticos que están saliendo adelante. Leyendo el Bagavad Gita y otros textos antiguos pienso si no hay un cierto desprecio por la vida tanto por el que está en una buena posición económica o social como por el que tiene que salir de la pobreza.


Delhi - Amrisat

Madrugamos. Cada vez me gusta más esta hora del amanecer. Una luz tenue ilumina los campos y los verdes aparecen suaves, casi desvaídos. Es una hora mágica que dura muy poquito. Estoy muy a gusto, miro el paisaje, cruzamos algunas palabras, algún pensamiento en voz alta y leo, termino La India literaria, muy completo e interesante. Otro autor a leer: Eliade, Aspectos del mito, trata el tema de la literatura tradicional oral a partir de la mitología comparada.

El Punjab, zona con predominio de población sikh, es la región más rica de India, parece que, más que por los recursos naturales, por el trabajo y la capacidad de sus habitantes.





Alberto
Hoy, ya en Varanasi, de vuelta de un largo paseo por las callejas tintadas con los colores decadentes de la Venecia más húmeda (preciosas imágenes, colores, musgos, desconchones, amarillos tostados, rojos tabaco, gamas de ocres creados por el viento y la lluvia) veo derrumbarse definitivamente esa alegoría místico romántica que viví desde lejos y que me dejó la impronta de mi primer viaje a este país; hoy India ha terminado de quitarse esa careta que se vende en occidente envuelta en yoga y prácticas y pensamientos místicos. Los indios están orgullosos de su bomba atómica, Ghandi murió hace medio siglo, por sus calles circulan charlatanes y mafiososo a montones. Imposible volver a la inocencia de mi primera visión.






Guille, Cork
Magnífico, emotivo diálogo Cass - Ida en Baldwin. "That`s how it is, baby".
El otro día escribí cuatro páginas de cuaderno, toda una teoría, a partir de los sistemas semiológicos de Barthes, sobre el diálogo en unas ocho páginas de Baldwin. Me parecía increíble porque la teoría se ensanchaba y ensanchaba y se convertía en aplicable al teatro y a la poesía. Tal vez más que una teoría es un marco teórico, un marco de análisis.
Baldwin, el encuentro entre Eric y Yves en el aeropuerto, esas breves ocho líneas; hacía tiempo que un encunetro no me emociionaba así. seguramente pòr la tendencia a considerarlos "clichés románticos" cercanos al kitsch. Pero el kitsch es una "actitud" hacia las cosas, no un atributo de las cosas. La "actitud" de Baldwin no me parece en absoluto kitsch y tal vez por eso el encuentro sea tan emotivo. Fin a Baldwin (Another country).


Lucía, Delhi
En Sunauli a pesar de haber pagado reserva de asiento tuvimos que viajar en la baca del bus durante 100 kilómetros, según la lógica india algo totalmente razonable pues el autobús estaba a rebosar. Por la tarde dejamos Nepal, compartiendo el compartimento con un grupo de "hombres bien" budistas realmente agradables con cuyas mantras, que repetían una y otra vez, nos dormimos y amanecimos. La mañana nos mostraba de nuevo los colores de India, sus últimos campos de arroz, los suburbios de los alrededores de Delhi... Me senté en la puerta de nuestro vagón viendo pasar India a imágenes por segundos, como quien recuerda un viaje o una estancia  en algún sitio mucho después de la vivencia recordada. La India se iba, buenos, mejor dicho yo me iba de ella (ella no se iría tan fácilmente) y mi viaje, esa primera toma de contacto, esa primera experiencia irrepetible y que en cierto modo, no lo sé seguro, temía perder, terminaba, el viaje había llegado a su fin.





Mario, El Chorrillo
Todo eso que yo considero que es la liberación del alma es rechazado por occidente que pretende que seamos máquinas perfectas con fórmulas de comportamiento adaptadas a cada situación, y ¿qué pasa cuando llegas a sobrevivir sin momentos de desparrame dionisíaco, de enloquecimiento? pasa que no encontramos nuestro verdadero ser y caemos en picado, siendo seres sin naturaleza, sin mundo interior... Hay millones de caminos, millones de sendas para guardar lo que nos queda de alma, unos lo hacen escribiendo, imaginando, desviando las tensiones por otros cauces. Yo creo en un yo que tenemos escondido, que es lo que nos queda de individuo, una especia de esencia. Y ese yo crece o se hace más visible con los viajes, en que la diferencia, la enorme distancia entre las diferentes culturas se pone frente a tus ojos y las más puras evidencias que en tu cultura son instantáneamente aceptadas son en otra rechazadas de la misma forma en que nosotros aceptamos aquello. No hay nada seguro, nada que sea una premisa cierta de forma absoluta, lo común en los humanos es la vida, la vida y su vivir.





Nepal



Del 22 de septiembre al 4 de octubre de 1999




Katmandu

Y correr y correr. Pero ya vamos a parar. Después de los seis días de trekking descansaremos en Pokhara. Esta vez batimos el record, en tres días siete autobuses, cinco rickshaw, dos kilómetros andando y tres países. Anoche no sólo no dormí en el autobús sino que tuve que hacer esfuerzos para no caer rendida al sueño porque cada vez que el autobús daba un meneo brusco mi cuello chillaba condenadamente. Así que un poco abobada estoy. Lo siento por Katmandu, porque he andado por sus calles sin demasiadas ganas, ni siquiera llegamos al centro histórico de la ciudad. Otro año. Pasado mañana comenzamos, los cuatro ya, a caminar por la zona del Anapurna.
Está bien eso de viajar como lo estamos haciendo pero también me gusta pensar que en el invierno voy a volver a mi música y a mi cine.

Kokhthanti, 25 de septiembre

Primer día de trekking. Aquí estoy tan feliz, sentada en un banco después de siete horas de andar, al lado de Alberto que lee el Ramayana. La primera parte del camino es árida, con viento, no muy agraciada, pero a partir de Larjung, donde comimos, el itinerario es mucho más bonito, recorre la orilla del río subiendo y bajando entre los árboles. Cruzar el río fue una aventura. Descalzos, nos metimos, algo más allá del centro del cauce la corriente era cada vez más fuerte. Alberto me dio la mano, Niman, el porteador, que estaba empezando a tener problemas se agarró a Alberto. Y a partir de ahí, el susto, la corriente nos llevaba, dimos la vuelta con dificultad sobre todo porque Niman, cargado con nuestro macuto, no parecía ser capaz de moverse. Todo quedó en un pequeño susto. Después la consiguiente broma y la tomadura de pelo de Quique contando que Lucía gritaba: Ay mi madre! Mientras entraban al cauce dispuestos “a dar la vida por nosotros” o, al menos, por mí.



Dana, 26 de septiembre

Siete horas de caminata me han dejado rota. El cuello sigue doliéndome. Niman se muestra cada vez más confiado, nos llama papa y mami.



Sikha, 27 de septiembre

Todos olemos mal, dice Alberto. Me mosqueo porque se mosquea, yo por lo que dice, él por mi cara, o al revés, pero es un levísimo mosqueo. Todo marcha.
Está feliz, dice que la cabra tira al monte. Yo estoy a gusto pero también me apetecen las ciudades y viajar,
Él ya piensa en Cachemira y, viensdo que no hay más montañas en el camino, vuelve a dudar entre Siria y el Cáucaso.
Tichy comenta en su libro sobre India La metamorfosis de la flor de loto, la necesidad de mirar con ojos indios la prohibición india de tomar alcohol.Es difícil comprender las situaciones ajenas a nuestra cultura occidental poniéndonos en el lugar de las personas originarias del país en cuestión. Esta mañana había una mujer desnuda hasta la cintura lavándose en una fuente, unos cuantos hombres que estaban trabajando en el mismo lugar no daban muestras de importarles lo más mínimo la escena. Me produjo satisfacción la novedad pensando en la imposibilidad de que algo parecido sucediera en cualquiera de los países por lo que hemos pasado este año ¿No me sentía en realidad más cercana a esta mujer como occidental que porque juzgase lógica la situación? ¿No la estaba sacando de su civilización para incluirla en la nuestra, en nuestras actitudes?



Tikedungha, 29 de septiembre

Última etapa. Mañana, tres horas y media y un autobús a Pokhara. Se me hace raro viajar con Lucía y Quique, me hace sentirme diferente respecto a cómo transcurre mi vida, quiero decir que miro hacia atrás y casi me parece que es una etapa acabada y el futuro algo distinto y esperándome para ser creado, es una sensación agradable, sólo disminuida por la certeza del final, del tiempo limitado que nos queda. Alberto habla de la muerte con una naturalidad pasmosa cuando dice que total es decir “bueno, ya está, hemos terminado”. A mí me cuesta mucho aceptar el hecho de que no muramos cuando nosotros queramos.

Mario utilizaba una palabra que venía a significar algo así como saber ver, abrir la mirada, entrar dentro... Ahora leo en el libro de Tichy: “Según la concepción hindú....sólo al identificarnos con las cosas, al unir nuestro yo con la esencia del mundo, podemos llegar a comprenderlo por entero”. Tiene algo que ver, Tichy habla del yoga pero lo que dice puede tener otras lecturas más cercanas a mi vida cotidiana.

Pokhara

Lucái y Quique nos han dejado sobre la mesilla un libro de poemas indios traducido por Tagore con una dedicatoria y una foto, fruto de los primeros pasos de Lucía en el laboratorio.
“En poco tiempo hemos aprendido la importancia que tiene para un viajero su equipaje íntimo. Esperamos más encuentros en tierras ajenas”. Me gusta el libro, huele a viejo y sus páginas tienen el color oscuro del tiempo.

“Ella existirá durante toda la eternidad” dice el Bagavad Gita refiriéndose al alma. En parte sensación de angustia pensar que algo que forma parte de ti no va a desaparecer nunca, también puede ser interesante seguir experimentando durante un tiempo ilimitado.





Quique
La mañana es más fría que en el valle del Ganges, la piel se seca, la ciudad se muestra totalmente occidentalizada.

Caminamos por el Himalaya, bajo el Anapurna. El viaje se está haciendo pausado, provechoso. Leer, escribir, caminar, charlar se hace constante imprescindible del recorrido.



Alberto
Probablemente echo de menos ratos de recogimiento desde hace muchos días, también me afecta esta nueva sensación de dinero disparado, no me deja tranquilo esta gente con la que tengo que convivir: hoteleros, porteadores, interneteros, etc. La sensación de privacidad ha desaparecido,

Ayer casi nos llevó el río; hoy llovió parte del día, estaba todo muy bonito, un largo desfiladero, varios puentes colgantes, algunas aldeas pulcrísimas, la niebla decorando las laderas, una gran cascada, algunas fotos simpáticas de críos.





Sería maravilloso encontrar una historia; mirar y crear una historia como quien se asoma a un patio y va entrando puerta tras puerta para encontrar el cuento y los pensamientos de sus habitantes. Como vivir dos veces, dos intensidades diferentes, un puñado de circunstancias ajenas capacces de ponerse en pie frente al pasmo de un observador-escritor que pueda ir abriendo aquello que ve, para en su contacto ser alumbrado por lo nuevo.

Noche de aguaceros, por la mañana llueve, la niebla está un poco más arriba de los tejados. A las seis decidimos subir al Poon Hill. El Daulaghiri termina abriéndose paso entre las nubes, el Anapurna se hace hueco en un agujero de claridad. Bajamos mil quinientos metros de desnivel, es un camino bonito, húmedo, lleno de altos rododendros, gruesos como árboles; pasamos algunas cascadas.







Me sorprendió a veces la lectura de Arundhati Roy, el modo de manejar los contrastes de la India rural en relación con los superventas de los medios de comunicación, la cultura del cine, la mezcla de una película esperada con eso que sucede en torno. Pero en el fondo termina cansándome; el juego de los despropósitos, las comparaciones reiterativas... Los personajes vienen como teñidos, ya de entrada, subjetivizados, a veces convertidos en muñecos o estereotipos por la escritura de Roy. Se ve y se escucha a la autora con demasiada frecuencia.



Lucía
Tarde chispeante. Veo desde la ventana de la habitación cómo la niebla baja se acerca al pueblo para envolverlo en un par de horas.

Queda apenas una semana para finalizar el viaje ¡Qué distinto a como esperaba! Mi visión de India es otra, menos idílica y romántica, más realista y algo decepcionante. Decepcionante por cómo se funciona en algunos aspectos y cómo valores básicos que lees en sus libros parecen perdidos, perdidos.
Nepal me ha enamorado, sí.

Nuestra ventana, la de hoy, da a una zona de enormes cañas y árboles con hojas similares a las de bambú. La de la otra noche nos mostraba un campo lleno de mazorcas. En menos de una semana mi paisaje será el de casa: la sierra al fondo, los campos secos y ya recolectados, la tarde y el sol- También es bonito...




Guille, Cork
Pictura Poiesis. Bien, hagamos un esfuerzo pictórico-literario y expliquémonos sobre el sexo en la literatura con tres ejemplos: Stendhal (el sexo decimonónico), Baldwin (sinceridad sexual), Miller (vulgaridadqueaburrimiento sexual).
N=narración extra-sexual (es decir sin sexo) SEXSO=sexso SEUDO=seudosexo

Stendhal: el esquema pictórico sería el siguiente:
nnnnnnnnnnnnseudoseudoseudoseudonnnnnnnnnnnnnseudosedudoseudo (hueco enorme) seudoseudoseudo

No es que el esquema diga mucho visualmente: simplemente Stendhal deja caer los huecos, y por huecos entiéndase huecos, vacíos de tiempo, pero antes te ha ambientado en la escena. Es el esquema menos explicable porque no sabes a qué se debe la sensación de “sexo” que tienes mientras estás leyendo, y suponesw que se debe al hueco que se ha dejado. Pero hay otros autores que dejan huecos (y cineastas también), y supongo que hay un arte de dejar hueco, y Stendhal es un genio dejando huecos. Intento pensar en un equivalente fílmico, seguro que algún clásico, pero no se me ocurre ninguno. Y creo que el sexo va de mal en peor en el cine.

Esquema para Baldwin (sexo-sinceridad):
nnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnsexosexosexosexo

Baldwin relata el sexo como si estuviese viendo un paisaje, con toda sinceridad y además con fuerza, tal vez por esa sinceridad precisamente. Me encanta el sexo en Baldwi. Y más teniendo colores (especialmente blanco y negro, pero a veces miel, carbón, chocolate) para las pieles.

Esquema para Miller (sexo-baaahhhhh)
sexosexosexosexosexoSEXOSEXOSEXOSEXO!!!SEEEEXXXXXXXOOOOOO!!!sexosexosexoSEXOSEXOSEXO

Es el esquema más vulgar que he visto nunca, realmente resulta bostezable.
pues eso.


Dentro de un rato me voy a ver El tercer hombre al Kino, no sé si entenderé todo, en realidad sólo quiero ver a Orson Welles salir de la oscuridad del portal con esa sonrisa de capullo, me pone la piel de gallina esa escena.



Mario, El Chorrillo
El reloj se acerca peligrosamente a dar las seis. El cielo se engalana con lentejuelas y una luna tenue ilumina todo el campo creando contrastes en cada árbol, en cada arbusto. Es hermoso pasear con la luna por estos campos y dejarse sorprender por una belleza que no cansa. Es una belleza propensa a una melancolía alegre de las noches para el recuerdo.

Before the rain
Todo nace para ser repetido de una u otra manera, siempre en un escenario igual y con peones diferentes. Estamos destinados a vagar por el infierno que miles de seres recorremos, somos conscientes de tan poco, de una tan pequeña parte de nuestro mundo que nos volvemos egoístas y complicados tratamos de descifrar lo inexplicable cuando la explicación de todas la cosas está ahí simplemente esperando. Pero nosotros, tozudos, no somos capaces de aceptarla.