Del 9 al 13 de septiembre de 1999
Algo que ver con mis
comeduras de coco: “La mayoría de las personas son infelices y
están inquietas porque no usan el corazón para disfrutar las cosas,
sino que usan las cosas para regocijar el corazón” Lin An
Estos días son sólo un
intermedio entre Pakistán y Bangladesh, tengo la impresión de estar
únicamente atravesando India. Mi percepción de las gentes es mucho
más fría de lo que esperaba. La estancia en Delhi se fue en papeleo
(visados y billetes de tren), sólo un paseo por el Fuerte Rojo y las
comidas con Lucía y Quique amenizaron esos días, apenas hubo tiempo
para lecturas.
Cuando veo estas chabolas,
el barro, la suciedad en que vive esta gente, me pregunto qué
pensarán ellos de toda esa filosofía religiosa de las castas, la
reencarnación... Estudiamos lo que corresponde a un país como una
globalidad, pero nos quedamos sin saber lo que realmente piensan y
sienten las personas de carne y hueso. Llueve, los últimos coletazos
del monzón ¿Qué hace durante todo el día esta gente que vive bajo
las techumbres de la estación?
Ya no llueve, hay una
bonita luz, el indio que nos acompaña en el departamento del tren
canta. Vamos a tomar un té.
Acabamos de despertarnos,
el paisaje ha cambiado, ahora vemos cultivos, algunos árboles y
hierba alta. Grupos de mujeres con saris están agachadas charlando
en círculo. India es el país de los colores. Me pregunto si a una
persona como la que nos acompaña en el departamento, un chatria, le
afectará realmente el pensar que cuando muera, su espíritu, su
energía, algo, se pueda reencarnar en una casta superior. Puede
influir de manera importante en el modo de vida, pero consuelo en la
muerte... ¿Qué es lo que nos hace sentir que estamos viviendo?
Aunque básicamente fuéramos energía, espiritualidad, lo que
vivimos está tan mediatizado por el cuerpo que es difícil pensar
que se le pueda dejar a un lado o darle una importancia tan
secundaria como para que esta teoría ayude en el momento de la
muerte. Sólo los fanáticos de una u otra religión creo que pueden
servirse de la idea de existencia de otra vida para pasar con alegría
el trance de la muerte. Otra cosa es asimilar que esto termina y
rendirse a la evidencia con humildad y aceptación de lo inevitable.
Alberto:
Huimos casi de Delhi,
huimos de los buscadores de pelas, de los atosigadores de todo tipo,
del tráfico.
Hoy, que lo extraordinario
se diluyó, o a lo sumo se hizo pan de cada día, no tengo la
impresión de que este periodo de tiempo sea mínimamente novelable.
La vida pasa deprisa e intensa, quizás esto de escribir sea cosa de
periodos más tranquilos... Hoy la vida es cosa de ver, mirar,
aprender, intentar comprender.
Leo La metamorfosis de la
flor de loto, de Tichy. Recuerdo un email de Mario desde Calcuta,
cuando contaba sobre aquellos doscientos jóvenes del voluntariado.
Noto, atravesándome ligero pero firme, un pequeño nudo en la
garganta, lo provoca ese empeño anónimo de gente que trabaja en el
mundo por una clase de necesitados sin remedio ¿Es una llamada, un
interrogante, un recurso biológico? ¿Es el reconocimiento de que
los resortes del ser humano esconden mecanismos internos
insospechados?
Amaneció fresco,
cubierto, continuamos atravesando la llanura norte de la península
del Decán. La vida en el vagón de al lado no es la misma, los
billetes cuestan diez veces menos pero también se viaja diez veces
peor, los viajes que ya hemos experimentado en China.
El verde intenso de la
mañana brilla en los campos de cultivos, son los recuerdos de los
verdes invernales de Asturias.
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