Kharimabad


28 de agosto de 1999

Hoy caminamos por el valle de Utar. Perdimos el camino: cieno, agua hasta más arriba de las rodillas y vegetación enmarañada.

 

Passu


27 de agosto de 1999

Lo más espectacular del paseo de hoy ha sido cruzar el río Hudra por dos puentes colgantes. Son puentes larguímos, bamboleantes, formados por tablas sujetadas por cables. Lo pasé mal al principio. Con los brazos extendidos apenas llegaba a agarrarme a los cables y las maderas que formaban el puente estaban tan separadas que a veces tenía que estirar las piernas al máximo para alcanzar la siguiente tabla, además el primero se movía y se movía empujado por el viento. Vamos que ni Indiana Jones.


Ahora me siento satisfecha y contenta.








Sost, primera población en Pakistán






26 de agosto de 1999

Nada más salir de Kasghar, un descomunal agujero, media carretera se había ido al garete bajo el impulso de las aguas del río. Todo el día esperando junto al autobús mientras la gente iba de acá para allá y los que conducían las carretas que llevaban sandías y melones pasaban a vender su mercancía. Melón fue lo que comimos durante todo el día. Ambient de polvo y más polvo.

Maravillosa entrada en Pakistán. Maravilloso paisaje, maravillosa gente y maravilloso ambiente.Nada más cruzar el paso de Kunjerab la niebla comenzó a disiparse, poco antes nevaba, y se pudieron ver las montañas.

Sort es poco más que una aldea que vive en parte del turismo que llega de China. Fotografiamos los camiones cargados de adornos, colgaduras, repletos de colores. Un grupo de camioneros nos invita a un té, nos hacen fotos, intentamos entendernos a base del vocabulario urdu de la guía y algo de inglés. Me encantan los pakistaníes, piel morena, ojos profundos y labios sensuales. No vemos ninguna mujer.


Alberto:
Cambio de gentes, cambio de comida, distinto modo de mirar la vida, más informalidad.






Kashgar. Camino a Pakistán






24 - 25 de agosto de 1999

Polvo, polvo, polvo y calor. Al final han quedado pocos días para el Karakorum, para mí es una intriga porque no sé cómo voy a estar de fuerte para andar. Creo que debería estar más activa, es mucho tiempo, este del viaje, para vagara tanto en cuerpo y en espíritu.

 Acaba de parar junto al autobús una bici cargada de gallinas. Las llevan atadas en racimos, colgadas por las patas. Según las bajan de la bici las van tirando al suelo unas encima de otras. Al principio creí que estaban muertas, las cargan de la misma forma en un camión.




Alberto:
Llegamos tras cuarenta horas de autobús. Continúa aquí el ambiente neblinoso del camino.

Camino de Sost. Salíamos a las diez, luego fueron las doce. Arrancamos a las doce y media y diez minutos después volvimos a parar: el río se ha llevado parte de la base de un puente. Ahora ya llevamos seis horas parados. Los obreros construyen jaulas de alambre para los bloques rodados que sustentarán de nuevo la base del dique.





Lucía,  El Chorrillo:
Mario llegó ayer tarde. El reencuentro fue muy emotivo. Nos colamos a la zona de recogida de equipajes y por allí venía a lo lejos, con su barba estilo papá, sus collares y su ropa india y un gesto algo cambiado.



Mario, El Chorrillo:
Vuelve a casa, vuelve, por Navidad (esto es posible que papimami no lo entiendan). Fue rara la experiencia de encontrarme con mi family de nuevo. India ya se va alejando. Las cosas empiezan a parecerse a las de hace unos meses pero han adquirido un carácter muy diferente, pasar de las calles de India, todas abarrotadas de gente, a las calles de Madrid vacías por el verano y el calor. Queda frente a mis ojos una vida tranquila, con sus muchas cosas para hacer y sus millones de reflexiones para fijar en el papel.


Quique, El Chorrillo:
Mario viene cansado pero muy sonriente, cargado con una pesada mochila y, supongo, con muchos recuerdos. Llegaba tal y como le revelaban sus e-mails. El recorrido en metro entre el aeropuerto y la casa de Camila debió ser el final de la metamorfosis del regreso para Mario. Su sonrisa se disipó; tenía en Camila su Ítaca, pero, como a Ulises, creo que la vida tras el regreso le será insegura.



Guille, Cork:
Cork llovido. Tierra de gente con el pelo mojado, el coche mojado, la casa mojada, los pantalones mojados. Mientras llueve paso el tiempo leyendo.

El libro de Barthes ha adquirido un extraño olor, fuerte y algo desagradable y que tengo la sensación de que pertenece a esos olores que en algún momento he encontrado en otros libros y que sólo se dan en los libros.   



      

Urumqi




21 de agosto de 1999

Hoy nuestro compañero de dormitorio es un efebo. Un efebo japonés, muy joven, de melena teñida de rubio, muy guapo.



Alberto:
Los montes Altai, en los límites con Rusia son un espléndido paraíso inexplorado de montañas y glaciares.
Urumqi, capital de Xingian, al norte de Tibet y del desierto de Taklamakan, punto importante de la ruta de la seda. Nos habían prometido una horrible ciudad de hormigón y polvo y nos encontramos con una magnífica ciudad organizada, pintoresca y en pleno desarrollo. Llegamos además por el camino más propio, el desierto, el desierto de Gobi, una ancha extensión de tierra de nadie donde apenas crecen unas pocas casitas donde aflora el agua, pero casi siempre circundado por altas y secas montañas. Uno mira desde Madrid el atlas y parece que todo lo que está fuera del ámbito grecorromano es un mundo lejano y cuasi salvaje, principalmente la zona euroasiática. Craso error, es admirable la cantidad de culturas con las que uno se va tropezando en el camino, y no sólo en los museos. Esta ciudad de Urumqi, por ejemplo, en donde tan pronto te encuentras con antiguas culturas turcomanas, mujeres al modo árabe más fundamentalista, con mujeres hans con minifaldas; después están las diversas ofertas étnicas, chiringuitos, ropas, estilos de viviendas, mezquitas mezcladas con supermercados al modo neoyorquino, rascacielos  (toda China es un huerto de rascacielos en permanente construcción.

El día en Tianchi (chi=lago, Tian=celestial, cielo). Ida y vuelta, miles de chinos por todos los lados. Cuando nos alejamos se ve un bello farallón que me recordaba los Grandes Jorasses del Macizo del Mont Blanc, eran las montañas de Thiansan. Una pared impresionante preside los espolones centrales, luego, al oeste y al este, las montañas van diluyéndose y quedándose sin nieve hasta acabar desnudas y perdidas en múltiples estribaciones peladas, como parias de desierto que perdieran los atributos de altura con los años. 






Mario, Delhi:
La vuelta todavía no la tengo asimilada…..Ahora empieza la otra etapa…..vuelta a la cultura madre habiendo conseguido (más o menos) armonizar con la que ahora dejo. Veo las calles y las gentes con más intensidad, como si quisiera llevarme la esencia a casa…..Europa, EE.UU., no somos los únicos de este mundo, son más los que no comparten nuestros absurdos ideales. La perfección es un buen camino si uno se queda a un millón de kilómetros de ella. Llegar a ella está siendo nuestra perdición…..Me llama la atención cómo uno puede encontrar la tranquilidad en estas ciudades tan caóticas, tan hermosamente caóticas…..Mañana estaré en España y serán las calles vacías y limpias, el orden del tráfico lo que me haga desear lo caótico de India. Se me antoja pensar qué ostentosa y qué poco estética es a los ojos del viajero la perfección de occidente.



Kike, El Chorrillo:
Mis lecturas sobre la India han roto mi idea idílica sobre el país y sus gentes. La destrucción de Gandhi, de Leguineche, síntesis de historia posterior a 1947, me evocan una visión muy poco romántica sobre la actual India. En cambio la inclñinación de Lucía a ver al indio como un “buen salvaje”, la historia de Mario en Calcuta y, en general, el halo pacífico que rodea a India me crean un conflicto: ¿tendrá que ver con la falta de sensibilidad? ¿podré conectar con la India como lo hizo Mario?



Guille, Cork:
Hace unos días la MELANCOLÍA existía en el orden de las cosas sobre la mesa. En aquella ocasión era la taza sobre el plato, las casetes y la agenda. Hoy es, claramente, este cuaderno abierto sobre la mesa cuando vengo de la cocina con las patatas y el té. Y tal vez ese fondo de dos camas con la mesilla y la lamparilla en medio contra un muro de persiana. La simetría no ya en los muebles, sino también, de arriba abajo, de la luz de la lámpara. Todo esto es de lo más positivo.


Chegdu-Urumqi

Del 14 al 20 de agosto de 1999

Chengdu, capital de la provincia de Sichuan

Tierra civilizada, podemos quitarnos la mugre acumulada durante una semana de no ducha, no water (con los cerdos sí), no water, and so on. Dos días de descanso antes de tomar el tren de Urumqi. Vida casera.
Hace un rato reflexionábamos sobre el cúmulo de factores que pueden intervenir para que percibamos a las personas de una forma determinada. ¿Cuál es la razón de que los indígenas bolivianos y los tibetanos de estos días me produzcan rechazo y no en cambio los kurdos, por ejemplo, que pueden tener, en momentos concretos, la misma condición de suciedad e ignorancia que los anteriores? La forma de mirar, el ambiente que encuentras en un determinado lugar, el grado de cansancio, el conocimiento de su cultura, de su situación social... Son mundos a los que nos es difícil llegar. Vamos cargados de una cultura que nos cierra el paso a una percepción más libre y objetiva de las personas y los grupos sociales.

A la hora de comer Albero ha visto un kentucki fried pollo y de le han abierto los ojos de par en par a pesar de estar encantado con la comida china. Así que allí nos hemos metido y hemos comido bajo la mirada de Clint Eastwood, con Ghost detrás y el Titanic en frente.



Chengdu-Urumqi

No es lo que esperaba. Una litera central y otra arriba del todo, cada uno en un departamento, calor, el ventilador no funciona, los únicos asientos fuera de las literas son los plegables del pasillo, pequeños e incómodos, en el momento en que uno se levanta le quitan el sitio.
Llueve a mares, el paisaje es verde, sigue habiendo grandes ríos y mucha vegetación.

Recuerdos de mi infancia. Mi hermano diciendo: "¡Papá, papá, mira, un tren largo! Los asientos de madera y los balconcillos situados en el extremo de los vagones de tercera clase. Me gustaban porque parecían trenes del Oeste. ¿Cómo es este olor de ahora mismo? Áspero, penetrante, el olor del tren de mi infancia. Huele a madrugada, a hombres bebiendo la copa del aguardiente de la mañana en la cantina de la estación, a la expectativa del viaje. Mi padre: "Ya lo van a formar" ¡Cuánto sabía de trenes ante los ojos oscuros y expectantes de mis seis años! Después el traqueteo, siempre el mismo ritmo, más fuerte, más suave. Asomada a la ventanilla imaginaba escenas de indios, de guerra, de aventuras, en aquellas lomas y campos por los que nos llevaba el tren durante... ¿cuánto tardaría? Los tiempos reales no sirven para medir los recuerdos infantiles.

Me vuelvo a encontrar mal con la gente, me molesta que enganchen su cortina en lamía cuando les molesta, que me quiten el sitio, que aporreen la puerta del servicio , que me cierren la ventana, que me empujen para que quite la pierna que tengo apoyada en la escalera...

No sé quién tiene razón, ni siquiera si la tenemos alguno de los dos. Bici en Nepal con Lucía-litera de arriba-equipaje que hay que bajar-respiro o no respiro-falta de adaptación-mosqueo por parte de los dos. Dice que es muy aburrido, totalmente de acuerdo ¡Mierda! ¡Estoy harta!




El ambiente está más tranquilo. El paisaje también ha cambiado, nos dormimos en medio de una vegetación casi selvática y despertamos en las puertas de un desierto de roca y arena. Aún quedan algunos matorrales raquíticos.
Me duelen los huesos y el alma. Es como si no fuera a ser capaz de salir de esto que ya no sé si es un bache o el inicio de una depresión. Todo el mundo parece feliz. Estoy cansada de mí, puedo ser tan repetitiva... Me veo cada vez más gruñona, más metida en mí misma y con menos aguante. Parece que los rasgos del carácter se acentúan con la edad, de ahí los miedos, la pereza ante todo lo que es nuevo o diferente de lo cotidiano, características mías de siempre.





Alberto:
Neblinosa mañana de otoño, sueño reparador, músculos relajados, libros sobre la mesa. Llevamos casi cincuenta días, parece que el miedo al cansancio es infundado. Grandísimo manojo de diversidad bailando a lo largo de este viaje. El camino que nos queda es un hermoso recorrido de tierras y culturas.


El tren zigzaguea casi todo el día elevándose por un largo y estrecho valle. El río, marrón, describe continuos meandros, el bosque sube hasta las cumbres, agudas y agrestes, casi siempre. Las literas altas impiden sentarse, pasamos el día en el pasillo.
De las montañas y los bosques pasamos durante la noche al desierto. La temperatura ha bajado.
Un detalle de brusquedad de ella tensa de nuevo la cuerda de nuestras relaciones. Un poso de tristeza baña el día inevitablemente en estas circunstancias. Estamos en un periodo de estancamiento de duración imprevisible.


Mario, Calcuta:
Dentro de tres noches a Delhi como si fuera el verdadero viaje de vuelta. Cada día son más visibles los minutos que me quedan y los acepto con alegre pena y penosa alegría.
Me he despedido de mi viejecito y de otros pacientes. Ayer fui al café indio donde Tagore escribía y me encontré con un café de la generación del noventa y ocho a estilo indio.


Guille, Cork:
Le trae a uno la sonrisa a la cara un toque de romanticismo, de humanidad, como el del pequeño mensaje que la chica morena da a Winston (1984, p.113), todo ello tras más de cien páginas de frío político. De hecho el primer capítulo de la segunda parte resulta un estallido de romanticismo en los dos sentidos, el más común relacionado con los sentimientos, pero sobre todo en el sentido abstracto, ¿decimonónico?, ese romanticismo que implica un riesgo, una ruptura de las reglas tal vez. Contento por mi renovado ritmo de lectura y disfrute con Orwell.


Se me altera la respiración cuando leo que os planteáis la posibilidad de venir a visitarme al final del otoño, se me vuelve a alterar al darme cuenta de mi alteración (ves, Mario, tu lenguaje es a veces un poco así, como esta última línea, pero no te mosquees, es coña (no, mamá, cognac no, cogna o coña, como veáis)).
Los tópicos que se dicen sobre el paisaje verde de Irlanda, el paisaje por aquí, el paisaje por allá SON VERDAD. Y si hay algo de niebla o de nubes que cubran las colinas, entonces es ya de lo más impresionante (yo a defender lo mío, que sí, que el Tibet y la India muy alucinantes, pero no hace falta irse tanlejos para disfrutar del paisaje, digo yo)


Lucía, El Chorrillo:
Adiós Ficus Carica. Hoy, en el paseo matutino por la parcela descubrí, sorprendida, la higuera tirada en el suelo, tu higuera, papá, estaba totalmente tronchada ¡Ay, no supe qué pensar!, me he puesto un poco triste... Debió ocurrir hace dos días cuando fuimos al concierto de Serrat, sus hojas están aún fuertes y verdes y si espero creo que podré aprovechar algunos de sus hijos. La explicación, ni idea, sin marxa de quemada (podría ser una rayo...), ni marcas de nada, los demás árboles de la zona están perfectamente, y ella estaba espléndida.... vino Quique después y estuvimos mirando, parece que la base del tronco, lo más enterrado y profundo estaba podrido.
Ahora estudio Historia del español, voy despacio y atascada, sin demasiada ilusión y esperanza, me lo tomo como una obligación, últimamente no hago gran cosa, pienso y, bueno, no salgo pero los días aquí tampoco me resultan satisfactorios, momentos supongo...

Estribaciones de Tibet. Provincia de Sichuan



Del 9 al 15 de agosto de 1999




 

Xiangcheng

En Zhondiang nos dicen que necesitamos un permiso de la policía para seguir la ruta Litang-Chendú, después de dos horas de papeleo sin intermediarios que hablaran inglés, la tenemos en las manos. Lo que nos espera es un enigma. Atravesaremos montañas de hasta más de siete mil metros en medio de la lluvia por caminos de tierra y sin saber si tendremos combinación de transportes.

Ha llovido toda la noche, veremos cómo se comporta el autobús por unos caminos que es fácil estén embarrados.

Más de la mitad del camino la pista es un camino de bosque, ríos caudalosos y espesos, algunas casas miserables a la orilla de la pista. Al pasar bajo las banderitas que señalan los collados los viajeros se levantan, cantan, gritan; el resto del tiempo duermen o pasan las cuentas de un rosario mientras recitan plegarias.

Llegamos a Xiangcheng. Una China diferente. Gente de piel muy oscura, rasgos asalvajados, muy primitivos. Muchos policías, algún que otro alboroto, no es un ambiente muy agradable.




Litang

Chispea por la mañana. Poco a poco las nubes se deshilachan serpenteando por los valles. La luz es suave y brillante. La pista discurre por una ladera de alerces.
La pista por la que circula el autobús tiene poco más de cuatro metros de ancho. En sentido contrario hay un camión averiado. Llueve de nuevo. Leo a Lermontov. Dos horas más tarde nos ponemos en marcha. Después el paisaje se abre, comienzan a surgir poblados y campamentos, una meseta de prados y rocas y una llanura que termina en Litang.

El entorno se ha enrarecido, ya nos lo advirtieron en Zhondiang. Paseamos por la única calle de Litang, el ambiente es gris, machos de piel oscura, aspecto sucio y cuchillo al cinto, no se ven mujeres. Producen un cierto temor. Los monjes budistas se pasean por las calles pidiendo, con un fajo de billetes en la mano, juegan al billar, su aspecto es tan mugriento como el del resto de la población. Cenamos a la luz de una linterna (por la noche no hay luz en el pueblo) en un supuesto restaurante. Nos vamos al hotel, las habitaciones, una cama y un lavabo, dan a una galería exerior. El cagadero (no se le puede llamar de otra maniera) es el peor del viaje, un lugar irrespirable, cerca del hotel, donde no se puede entrar sin llenarse de mierda, éste es más solitario al menos, el anterior era parecido pero  se añadía una fila de tías pisándote casi la punta del pie esperando a que termines. Hay que buscar un sitio escondido en cualquier parte. Nos vamos, no nos gusta este lugar. El autobús parte a las cuatro de la mañana para un viaje de quince horas. A esa hora la calle era una boca de lobo, oscura y solitario. En el final aparece un autobús, lo asaltamos, no es ese, estamos de nuevo en la calle, volvemos a la oscuridad. A las cinco menos cuarto aparecen dos potentes faros amarillos, esta vez sí es nuestro autobús. Durante media hora hace tiempo subiendo y bajando la calle.




Kangdian – Chengdu

Llegamos a Kangdian. Cemento y cemento feo. Llueve. Hay un autobús que sale hacia Chengdu en unos minutos, no lo dudamos, nos embarcamos en otras quince horas de viaje. Esperábamos un lugar para descansar y esto es lo menos indicado.

Viajamos como si estuviéramos en nuestra furgo. Es un viaje placentero. Los vendedores de comida pasan una y otra vez bajo la ventanilla, dentro la gente charla, duerme, permanece tranquila sin hacer nada, juega a las cartas. Una pareja atiende a un perro y cuatro cachorros que viajan en una caja; una mujer “de rompe y rasga” me mira inquisidora mientras meo en una pocilga con cerdo incluido, poco después de que el autobús vuelva a arrancar despierta a Alberto para que le coja el cigarro encendido que se le ha caído desde su litera, se descuelga boca abajo para coger su bolso brindando una agradable, supongo, espectáculo a los viajeros del fondo al dejar caer la parte delantera de su blusón, ellos ríen y comentan.
Mi Pigmalión (dice que mi alma es oscura para que él la pueda iluminar) lee muy serio, su barba está a medio afeitar, debe de ser que como los chinos apenas tienen pelo sus maquinillas hacen la mitad del trabajo.

Habíamos salido de Kandiang a las cuatro, que se convirtieron en las cinco y media. Nos dijeron que llegaríamos a Chengdu a las cuatro o las cinco de la mañana. A esa hora no habíamos recorrido más de cincuenta kilómetros. Paramos en un pueblo a las siete de la tarde y a allí nos quedamos hasta las dos de la mañana. Alguien nos dijo que en ocasiones algunos autobuses han empleado tres días en hacer el trayecto. No nos importa. Hemos desayunado leche con galletas y huevos cocidos, nos hemos lavado los dientes y hay una música ambiental agradable. No tenemos prisa.

Llegamos a Chengdu cerca de las nueve de la noche, veintiocho horas en total. Nos metemos en el primer hotel que encontramos. 






Alberto:
Me gusta esta clase de vida, de traqueteantes caminos, de incertidumbre, de rutas alejadas del turismo, de no saber a ciencia cierta dónde comeré o dónde dormiré hoy, de barro, de niebla.

Cansancio de gente. Es triste pero es así, esta gente compone una parte sustancial de la humanidad ¿Por dónde cruza la línea esa humanidad que “visitamos” y por debajo de la cual el cansancio y el rechazo aparecen inevitablemente?

Adormilado vi pasar a ratos un paisaje lleno de niebla y hermoso valles. El autobús debe sortear algunas zonas de desprendimientos, aún así adelantan sin escrúpulos haya o no haya visibilidad, haya o no espacio.

Es difícil la conexión con Xian y el tiempo apremia si queremos estar en Delhi cuando lleguen Lucía y Quique, Probablemente tomemos directamente la ruta del oeste hacia Urumqi.



Guille, Cork:
Rubén se fue. Pese a que mi relación con él no es muy cercana, sentí un pequeño ahogo al quedarme solo. Volví a casa andando (me llevó alrededor de una hora; Chet Baker y Joao Gilberto casi exactamente), y pensé que, con su partida, Rubén me había dejado la ciudad para mí. Ahora Cork sí es en cierto modo mi ciudad, la ciudad en la que vivo. Hasta ahora tenía la sensación de haber estado haciendo turismo.

Rubén ya está en casa. Algo de envidia.
Lleva lloviendo toda la mañana. Paseo por la ciudad llovida, compro tres postales (una para mí y otras para Eva y Ché), pregunto por trabajo y me piden un CV, miro algunos discos (ocio pobre) y finalmente me siento a tomar un (terrible) café.

No puedo. Tras más de cuarenta páginas de Doyle no puedo cambiar así por las buenas a Barthes. No es ya cuestión del contenido o del lenguaje: algo físico me lo impide: es como querer levantar un gran peso inmediatamente después de un gran esfuerzo.

Libros a mirar: Gombrich, (Deleuze), Sontag, (Panofsky), Swift, Wharton, Wolffin, Wolf, (Smithson), (Bergman).

En 1984, el pasado está solo en la conciencia, y resulta difícil mantenerlo ahí cuando no hay manera de refrendarlo, cuando todas las referencias externas han sido eliminadas bajo la imposición de una Historia. La tendencia será a integrar, aceptar (tal vez no conscientemente) esa Historia y a olvidar el pasado “real”: “day by day and almost minute by minute the past was brought up to date”.



Mario, Calcuta:
Seis días para abandonar Calcuta. Un viaje a India no hace más que abrir el apetito y es que no te cierra la boca para siempre. Yo también pienso en otro viaje a India… pero ya se verá. Hay quienes responden a la pregunta ¿y qué tal India? Suciedad y ruido, no han sabido ver tras los ratoncitos y las cucarachas y los cazaclientes, las silenciosas noches como en ningún sitio he visto, la particular forma de ser de ellos a la que tanto nos cuesta adaptarnos.
Bueno, se supone que voy a trabajar, lo cual no me apetece, pero dad la situación lo necesito, no sólo desde el punto de vista económico sino para sentirme a gusto y no terminar los viajes con desfase como lo hice con Londres, Turquía y el “verano feliz” (esto último se lee con recochineo).



Lucía, El Chorrillo:
Septiembre se acerca y con él el viaje a India. No estoy especialmente ilusionada con nada, me pregunto a menudo hacia dónde tirar y dirigir mi vida. ¡Tengo tantas ganas de pasar esto y avanzar hacia algún lado! Últimamente, mientras hago cosas en casa o cocino, escucho, o mejor oigo algo de música: Bach, los conciertos de Brandemburgo, el Magnificat, La Pasión según San Mateo, me gusta, aunque no tenga el sentido de la música desarrollado y no lo disfrute de forma plena.

El otro día Quique leyó algo sobre alquiler de bicis en Katmandú y se nos ocurrió que podíamos hacer con los papis una rutilla de tres días por el valle.