Lijiang

4 de agosto de 1999



Nada escrito en Lijiang. Unos días en cama por una infección de garganta mientras mi chico paseaba y fotografiaba adiestro y siniestro esta maravilla de lugar. Desechamos el viaje por el Tibet, demasiados problemas físicos y burocráticos;  nos moveremos por sus cercanías por fuerza similares a las de la propia región. Preocupación ante los acontecimientos que les golpean y les cuestionan y perplejidad porque las relaciones van cambiando, se hacen mayores y caes en la cuienta de que ya son ellos los que pueden y deben decidir sobre su propia vida.

Un concierto de música naxi en el que la práctica totalidad de los músicos son ancianos de muchos, muchos años.

Una visita a un templo budista al que no llegamos a entrar fue sustituida por una excursión a una montaña. Alberto fue atacado por un enjambre de avispas que le dejaron el cuero cabelludo lleno de bultos y a él en un estado de cansancio, dolor y mareo que casi hizo necesario bajar a pedir ayuda. Barro a tope en la bajada que además de hacerme caer varias veces a Alberto le sirvió para calmar la picazón y el dolor producidos por las picaduras de las avispas.


 




Nos vamos a Zhongdian.

Alberto: Marco Polo es un hombre muy aburrido y reiterativo, ando despistado con la lectura.
Mañana de safari fotográfico. Al otro lado del canal que divide la calle veo a un anciano de largas barbas blancas; se lava con mucha calma las manos, dedos largos y sarmentosos, acuclillado junto al agua. Cruzo el canal y me acuclillo junto a él mostrándole mi chuleta de hacer retratos. Me encuentro ante le gesto mesurado y apacible de un anciano culto. Me siento contrariado por la manera con que he abordado a este hombre, la del que se dirige a una mente más débil que la propia. Habla un inglés correcto y pausado. Me disculpo por mi mal inglés y entonces se dirige a mí en francés... pero ya estoy metido en mi papel de fotógrafo. Me sobreviene un ataque de timidez, le doy las gracias precipitadamente y, nada más. Es como si una fuerza moral muy superior a mí se me hubiera impuesto y me hubiera dejado sin recursos.

Mario, Calcuta: Quiero seguir aquí, seguir con mis enfermos, aprender a hacer curas y pasarme al grupo de la estación, que va recogiendo a los moribundos por el extrarradio, me dan ganas de hacer un curso de enfermería, ya curada la vista de horrores y deformaciones físicas. Escribo para hacer tiempo, para llenar las hojas, sin ganas, con cansancio acumulado y con alegría escondida. Debo de dar una impresión de pena, de depresivo crónico pero, pase lo que pase, cuente lo que cuente, soy feliz aquí, tengo mi casita, mi calle, mi restaurante de cinco rupias, mis amigos, mis conocidos indios, mis pacientes. mis lecturas, mi luna y mis estrellas.

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