Teherán. Fin del viaje




Del 25 de octubre al 1 de noviembre

Tranquilidad en estos últimos días de viaje. Escucho la radio, en estos momentos al fondo de la melodía se escucha una quena y me acuerdo de los últimos días en Asunción hace dos años, un final de viaje igual de apacible que éste. También una cinta de Subbalakshmi, una cantante india a la que no resulta fácil escuchar pero que según vas conociendo su música puede llegar a gustar. Canta acompañada de otra voz en el mismo tono aunque más suave y de una siringa. No hay en su canción una extensión amplia de notas pero sí una modulación que anima los temas y sorprende. 



Dentro de dos semanas estaré en casa escuchando música occidental que no he podido oír en cuatro meses, y lo que he descubierto musicalmente en estos países, además de agradarme, me educa, me abre el oído para poder disfrutar de los sonidos que pululan por toda la tierra en formas tan diferentes.

El tema de la muerte me persigue desde hace mucho tiempo. Es una idea que se me escurre, me defiendo de ella porque no sé cómo tratarla, me da miedo. Ayer terminé Los versos satánicos. El último capítulo recordaba con fuerza la muerte de África y el entierro de mi padre.

No hago nada, sólo escucho música y pienso en la vida diaria de cuando vuelva a casa.

Hemos visitado el Museo Nacional y el de la época islámica. Parece como si la cultura iraní fuera disminuyendo en variedad hasta llegar a un estancamiento del que no parece salir. Éste régimen político-religioso no ayuda mucho.

"La música volvía familiares a las palabras desconocidas". Me sucede y me gusta. 

Leo a Pessoa. ¡Qué persona más solitaria! Me le imagino bajito e insignificante físicamente, temeroso del paso de la vida, de las tormentas, de las novedades: "Mi sensibilidad de lo nuevo es angustiosa, tengo calma sólo donde ya he estado", tímido: "podrían extrañar mi voz al preguntar el precio". Alegría sencilla de la existencia: "también me he puesto yo contento porque existo. He salido de casa con un gran objetivo, que era, al final, llegar contento a la oficina". "Apagarlo todo en el cuadro de un día para otro, ser nuevo con cada nueva madrugada, en una revirginidad perpetua de la emoción: esto y sólo esto, vale la pena para ser o tener lo que imperfectamente somos". ¡Qué difícil! Abrir los ojos cada mañana y ver como si todo el paisaje que nos rodea sufriera cualquier leve cambio que nos hiciera ser otro o, mejor dicho, que nuestros ojos fueran capaces de recogerlo diferente y descubrir lo nuevo.

Tormenta y lluvia el último día del viaje, último día porque Irlanda, ahora mismo parece como casa. Es Europa, nuestra civilización, y está Guille. Es la antesala de Madrid. Los finales de viaje están siempre cargados de futuro y de pasado. Recordar qué ha sido de una en los últimos meses, qué se espera de los próximos. Tiempo de hacer propósitos: despierta, abierta y activa, seguridad, tranquilidad. 




Alberto
Como siempre, son los poetas, los místicos, los artistas los que nos muestran el camino. Nosotros, conversos sin dios, sabedores de que bajo la plana realidad subyace la complejidad y la armonía, el suave placer de estar vivo y contemplar el universo debemos encontrar nuestra Meca, debemos recorrer los miles de caminos que el agua, que lava y nutre la tierra, descubre en su largo peregrinar por ella. Termino El largo camino a La Meca. Llovizna en Teherán, esperamos la fecha de nuestro regreso. De aquí sólo nos quedarían las montañas del norte y una costa que amenaza con estar llena de hormigón. Ya estamos casi fuera del viaje y en este país vimos ya suficientes mezquitas como para parar un tren.


No hice nada en toda la tarde, me acomodé tumbado en la cama y me entretuve en ir de un lado para otro de nuestra familia y nuestra casa. Miro al final de la tarde la fotografía de presentación de la exposición en la que estuvimos y siento cansancio; la intensidad de estos dos días escribiendo y pensando en casa, ahora al final del día se me aparece una saturación difícil de definir; quizás es una saturación generalizada, sentada a las puertas del regreso.

Hoy salió el sol, le costó pero al final salió, se metió en la habitación y me encontró remoloneando a las 11 de la mañana. Esto sí que es cambiar de modus vivendi, ganduleo a tope, nada que hacer (recoger quizá la vigésima extensión del visado, pero eso puede esperar). Aquí llegó el invierno y es agradable retozar entre las sábanas bajo este sol mañanero. Nada que hacer, bendita cosa, incluso el desayuno, té y plumcake, viene solito a la cama de la mano de esta chica con la que viajo.

El bazar de Teherán es como una pequeña ciudad, ramificado cual tela de araña de dos a tres pisos alrededor de una mezquita. En la ciudad hay unas pocas cosas para compaginar con los paseos y las lecturas: unos pocos museos, incluido uno pequeño de fotografía y algo de arte contemporáneo. Es una ciudad triste, la música parece no existir, a las 8 de la tarde las calles están silenciosas, los cines brillan por su ausencia.

Empieza a hacerme mucha gracia el viaje a Irlanda. Quizás esta semana que llevamos parados en Teherán y el hecho de que sea un país tan distinto esté reavivando el gusanillo de andar y ver.




Guille. Cork
Resulta curioso encontrarse de nuevo en tan poco tiempo con Pilatos (hace poco Bach, ahora Beckett), un personaje que cada vez me parece más simpático (creo que desde El maestro y Margarita).

Me doy cuenta de que a veces disfruto más de la música si no estoy mas que atento a medias, como si el cuerpo (a través del oído) supiese disfrutarla por si solo. Tal vez estar demasiado atento no es bueno, uno tiende a reconstruir lo que está escuchando. Me he dado cuenta de todo esto escuchando las cantatas para alto de Bach mientras escribía a Sonia y ahora escuchando el disco de Dave Holland mientras veo, sin sonido, un partido de fútbol.

Esta mañana me levanté media hora antes porque no quería dejar la recogida de mi paquete para el lunes. Aún así tuve que esperar hasta las doce para abrirlo. Las que trabajan conmigo alucinaban con lo del paquete. Lo abrí, tiré de la bufanda y el backgammon se abrió... las piezas y los pétalos de rosa por el suelo. En seguida todas: qué la novia ¿no?, la novia por aquí, la novia por allá, el caso es que no: mi hermana. Por la noche en la cena comparto lo del paquete con la holandesa del restaurante, me dice que mola recibir cosas de casa. Pues eso, que me ha molao mogollón lo de recibir no sólo la bufanda, los guantes, etc. sino la sorpresa del backgammon y sobre todo lo de los pétalos de rosa. Todas me decían¨: lo que tienes que hacer es meterlos en un libro, tal y cual, así que les he hecho caso y he repartido los pétalos en las páginas del libro de Haring.

Echo un vistazo a El País: se ha muerto Rafael Alberti.


Mario, El Chorrillo
Apaciguamiento de la tormenta. Nos perdemos en lo complicado y tratamos de buscar el lado más oscuro. Las tormentas se han calmado un poco, quizás vuelva el mal tiempo a hacer estragos en la vida cotidiana del pensamiento. La confianza en uno mismo, en sus propios razonamientos, en la propia capacidad de hacer es algo tan importante como para no sentirse siempre en una nube.



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Aeropuerto de Barhein: Me da pena dejar de ver orientales y volver a la afinidad de los occidentales. Es éste un aeropuerto totalmente cosmopolita. Rostros negros, oscuros, caras blanquecinas como las escandinavas... Mujeres tapadas por completo pasan junto a piernas cubiertas sólo unos centímetros. Saris, gabardinas, faldas, pañuelos, minifaldas, túnicas. Es distraído cotillear. Hay muchos cuerpos occidentales enrojecidos por el sol, tienen el mismo aspecto que si vinieran de Benidorm o Torremolinos, colorados, pantalón corto y escote generoso, gorditos.



FIN