13 a 16 de septiembre de 1999
Llegada gris con matices
negros. Reconocía lugares fotografiados por Alberto hace 15 años.
Al principio quise hacer fotos... mi problema de siempre. Después,
por las calles cercanas a la estación ya no tenía ganas, me
apetecía caminar en silencio y ver. Creo que esa zona de la ciudad
es algo muy especial, diferente por completo a cualquier otra que yo
conozca, bien merece un paseo tranquilo y silencioso. Ver cuerpos
dormidos, hombres jóvenes lavándose de la cabeza a los pies en las
fuentes o en los grifos de las alcantarillas, un perro muerto, barro,
taxis amarillos y negros, niños de uniforme dirigiéndose hacia el
colegio, puestos de frituras, vendedores de té. Oler: agua
estancada, aceite frito. Oír: cláxones continuos. Todo al mismo
tiempo.
Quise ir al Centro de la
Madre Teresa en el que estuvo Mario pero Alberto me convenció de lo
contrario (Alberto: ¿a qué voy? Me siento como un voyeur de esos
con los que tan mal me identifico cuando viajo). Pasamos con
respeto y discreción por la extrema miseria. Demasiada gente que no
tiene una vida mínimamente decente.
Únicas las calles de
Calcuta. Al lado de la estación de Seedah hay un mercado. Punto
álgido. Acumulación prieta de ruido, color, olor... Porteadores
llevando en la cabeza inmensos cestos que tienen que levantar entre
cuatro personas.
No creo que pueda olvidar
esta ciudad y estas gentes. Es una ciudad para volver, para vivir de
nuevo sus calles.
Alberto:
Llegamos a las 5,30 de la
mañana, madrugada plena de blanco y negro, suelo mojado, brillo
metálico de la calle, grises múltiples sobre el puente de Howrah,
también algunos saris llenos de color sobre el plomo de las primeras
calles del barrio próximo a la estación.
Ando cansino y sin
curiosidad por entre las vitrinas decimonónicas del Museo Indio.
Hace calor, espero a Victoria en los corredores de la planta naja,
estoy frente a la galería de instrumentos musicales, sale de ella un
criajo de cuatro o cinco años cargado con otro de uno o dos en la
cadera. Esto me entretiene: mirar a la gente, adivinar algo de su
vida diaria, la regularidad de la vida en las calles de Calcuta pese
al alto grado de indigencia local... y seguir viviendo.
Guille, Cork:
Aquí cada
cierto tiempo tiene que llover, el cielo irlandés es matemático,
aunque este despejado llueve.
Reflexiones
de hotel:
Para que os
hagáis una idea y lo incluyáis en el presupuesto si os parece, la
noche en el hotel donde trabajo anda por las 150 libras (30.000
pelas), y ahora contrastad con lo que pagáis allí en Calcuta... no
me extraña que no te hagan las camas, mamá... lo que no sé es cómo
no tenemos que hacer alguna locura para compensar ese gasto que hacen
los clientes...
A veces
pienso en Melville y su Bartleby el escribidor (o el escribiente). El
que no lo haya leído que lo haga. El ambiente del hotel, en cuanto
al personal, es perfecto para el fenómeno Bartleby. Me explico.
Bartleby, en el relato de Melville, cada vez que su jefe le pide que
haga algo (el jefe lo hace como hay que hacerlo, con preguntas del
tipo: Bartleby, ¿podrías hacer tal y cual?), responde con la
oración "I would prefer not to" (preferiría no hacerlo).
Pues bien, en el hotel el tipo de peticiones que hacen los jefes son
todavía más apropiadas para ese tipo de respuestas, pues sus
preguntas incluyen al final un "por mí" realmente
desagradable. Es decir: "Fulanito/a, ¿podrías hacer esto por
mi?", lo cual es una total estupidez porque si no lo hace
fulanito, evidentemente no va a ser la jefa la que lo va a hacer,
sino menganito. Pues bien, si cada uno de nosotros respondiese con
ese "I would prefer not to" bartlebiano el hotel se iría
al garete, definitivamente, o se convertiría en una tiranía, de
nuevo, se convertiría en un 1984 revisited.
Excentricidades:
un hotel de cinco estrellas lo que hace es permitirle al cliente la
excentricidad, la que sea, pero más allá hay una excentricidad
abstracta, que consiste en que el cliente pueda pedir lo que quiera.
Esa es la excentricidad del cliente. Hay además una excentricidad
del empleado, que consiste en tener que hacer tareas como quitarle el
polvo a los rodapiés cada dos días... por favor, qué polvo pueden
tener los rodapiés en dos días, cuando resulta que prácticamente
ni dios pasa por los pasillos? Pues eso.