Skardu - Rawalpindi - Wagha - Delhi

 

Del 1 al 6 de septiembre de 1999

Apenas tengo escritos de estos días. 

Una carretera colgada sobre el Indo desde Skardu hasta el valle de Hanza. Treinta y seis horas de viaje. Fundamentalistas a tope que defienden como beautiful el aspecto de sus mujeres tapadas hasta los ojos frente a mis brazos desnudos y free su situación de enclaustradas en sus casas. La otra mujer que viaja en el autobús no bajó ni a comer ni a cenar, tumbada en el asiento y cubierta por completo parecía un fardo más del equipaje. 
Hay un desprendimiento y esperamos durante más de veinte horas. Alberto habla con algunos de los viajeros sobre cuestiones religiosas, yo calladita, no quedaba más remedio.

Rawalpindi es otra cosa. La mayoría de las mujeres se cubren la cabez sólo con el velo, es ya un descanso para la vista. Hay muy buen ambuente en las calles. Paseamos por Islamabad, nada que ver cob Rawalpindi, es una ciudad moderna, con jardines, calles amplias, La mezquita tiene unos bellos minaretes estilizados y un suelo de marmol que refleja como un espejo. Compramos algunos libros sobre islamismo y en concreto sobre la mujer en el Islam.




Viajamos a Lahore y desde allí dos microbuses cargados hasta arriba, con un montón de gente en la baca, de nuevo polvo y más polvo hasta Wagha en la frontera con India.

En la frontera hay un puesto de libros de segunda mano, el dueño compra y vende libros a los viajeros, hay de todo, desde novelas hasta libros sobre ajedrez, pero sobre todo guías.

En el hotel, junto a la aduana hace un calor sofocante, imposible dormir.

Cruzamos a India por la mañana. Los pakistaníes muy desagradables intentando sacarnos dinero de donde fuese. Cogemos un taxi a Arimtsar y un tren a Delhi.


Alberto:
Impresiona la velocidad con que manejan los conductores este cacharro al borde del precipicio. Paramos a cenar en un lugar que perfectamente podría pertenecer al siglo X, jergones que hacen de asiento, montones de tíos, siempre los chapatis, platos de dals y carne picada, Sew come con las manos, se bebe de un cuenco común de barro.

Arimtsar - Delhi. Se ha llenado el vagón de colorido y gente. No dejo de mirar con enorme curiosidad a las mujeres, destocadas, alegres, vistiendo esos saris tan coloristas y animados. Es un aliviod despu´s de nuestro paso por Pakistán ver mujeres, poder mirarlas y ser mirado sin problemas.
Las zonas de primitivismo que hemos atravesado. Aquellos primeros peones camineros junto a la vía en Manchuria, los tibetanos del Yunnan, las caras que aparecían de tanto en tanto en autobuses de Pakistán, es como hablar de zonas especiales, zonas de exclusión. Algo de esto hay a lo largo del viaje.


Skardu


31 de agosto - 1 de septiembre de 19999

Esta mañana había dos mujeres cubiertas hasta los ojos en un rincón de un cobertizo, cuando llegó el autobús con destino a Skardú salieron corriendo hacia la puerta y subieron sin levantar la cabeza, ocultando también sus ojos. Fuera de toda racionalización del hecho estas visiones me golpean, me incomodan como mínimo, me indignan sin esperanza. Cuando veo pasar a algunas niñas de uniforme (túnica azul y velo blanco) hacia la escuela respiro, sólo levemente, porque poco más allá en el camino vuelven a aprecer mujeres, niñas tapadas, dándose la vuelta hacia la cuneta cada vez que pasa un coche, pegadas a la espalda del marido o del padre.
La enseñanza pública es gratuita, no obligatoria, depende de los padres que las niñas acudan a la escuela, de ahí el bajo porcentaje de niñas escolarizadas.

No hay avión a Rawalpindi, cancelaron el vuelo. Esperamos la salida del autobús en una maloliente sala de espera llena de moscas. 



Alberto: 
Skardu es una remota y polvorienta ciudad en los confines del país lindando con Cachemira.
El trayecto, tierra de osos y viento. Un niño con el oído hecho una pena. Su padre lo lleva al hospital, no parecen tener más de lo puesto, aceptan sin rechistar la comida que les pasamos durante el camino.

Estoy hundido en las idas y venidas de Torrente Ballester por los personajes y hechos de sus novelas, absorbido en la lectura, en mis esporádicas anotaciones, como quien está en casa, en la biblioteca, en la cabaña; y levanto la vista y descubro la calle polvorienta, el olor rancio del líquido de la caja de cambios, y me sorprendo de estar en una especie de garaje, que llaman waiting room, en un lugar remoto de Pakistán. Ni siquiera esta nube de moscas que me rodea son una molestia excesiva.


Guille, Cork:
Pensamientos de hotel: la impresión de que incluso los empleados están ocultos unos de otros. Dejas en uno de los stores una caja de botellas y la luz encendida porque vas a volver y cuando vuelves, apenas un par de minutos después, te encuentras la luz apagada y faltan tres botellas. El pensamiento del papel higiénico. Cuando pagan 40.000 pesetas por noche... ¿cómo será el papel de limpiarse el culo? A  veces me entran ganas de abrir uno de los paquetes que llevo al store.


Mario, El Chorrillo:
Me siento fuerte aunque mi cuerpo no me comprenda, me siento fuerte aunque los nervios y el insomnio sigan siendo protagonistas de mis días, me siento fuerte porque escribo y vuelvo a ser el mismo desde otro mundo diferente. Las calles de India caminan por Madrid, veo las sonrisas de la calle como la más poderosa diferencia de la gente de ambos mundos, y veo que Madrid es una Calcuta que no ha caído en una econmomía degradada y Calcuta es un Madrid que no ha caído en la decadencia del ser humano occidental.

Chilin Ga


30 de agosto de 1999

Para ver mujeres hay que encender la tele. El hotel es una habitación con un banco y una tarima donde se supone que dormiremos todos los huéspedes, en la tele dan las noticias contadas por una mujer. El posadero ofrece un brandy dejando claro que sólo el hombre puede beber. Uno de los huéspedes pregunta a Alberto cuántas mujeres tiene, el hombre pone cara de pena al oír la respuesta.
Soy un poco bicho raro en este lugar poblado únicamente por hombres.


Ba Jin aniquila ala institución familiar en su novela La familia. A pesar de las distancias impuestas por la diferencia cultural reconozco en ella mucho de mi propia familia. Esa prioridad dada al amor propio, a la autoridad del patriarca, la poca importancia de la felicidad de cada miembro frente a la tradición, al poder, al fanatismo religioso.


Alberto: 
Los modelos de vida. La apisonadora de nuestro modelo es un corsé para la percepción, siempre intenta ubicar otros modos en la órbita de sus propias concepciones.



Guille, Cork:
Pensamientos de hotel: mientras cargo las sábanas: la impresión de que el personal está oculto a los clientes (trabajamos en la parte de atrás) y la de que los clientes están ocultos al personal (en el horario en que trabajamos ellos están fuera) hace pensar en una de esas sociedades (1984 tiene algo de eso) apocalípticas en las que el trabajo se hece y se deshace, en las que no se trabaja para nadie, en las que el cliente (como Big Brother en 1984) no existe, es sólo un ente extraño y no se sabe en reaslidad quién es el beneficiario de todo este trabajo.

Astor




29 de agosto de 1999

Acaban de matar una gallina para nuestra cena. Pedimos pollo para cenar y media hora antes de la cena, mientras leíamos a los poetas de la dinastía Tang, oímos un guirigay y vimos a un hombre con una gallina en una mano y un largo cuchillo en la otra. Ahí, delante de nuestras narices mientras respirábamos el bucolismo chino.



La experiencia de hoy ha sido magnífica. De Kharimabad a Gilgit, microbús, de Gilgit a Jaglot, un suzuki,  y de Jaglot a Astor en jeep: yo y veintiún hombres, Alberto y pakistaníes altos y barbudos, la mayor parte de blanco,con equipaje incluido en la caja del jeep. Calculo unos 15 cm cuadrados por persona. Caerme, desde luego, no podía, La altura de los pakistaníes que me rodeaban no me dejó ver el Nanga Parbat. Solo en los últimos kilómetros me pude sentar encima de los equipajes. Una pista estrecha que a veces se convertía en una senda, pendiente arriba, pendiente abajo, siempre excesivamente inclinada hacia el vacío y el jeep moviéndose como si fuera la ola, aquella atracción de feria que tanto me gustaba de pequeña. Pero tenía área de descanso: un puestecillo donde se podía tomar té: una mesa con unos cuantos vasos, un hornillo y un sistema de polea para sacar el agua del río, allá abajo, donde podríamos haber ido a parar los veintidos en cualquiera de las curvas de la pista. 



Alberto:
Empotrado contra las barras de hierro de la caja del jeep; los pies inmovilizados en un reducido espacio; la cámara colgando (de vaz en cuando fotografío a Victoria cuya cabeza sobresale de entre un montón de rostros morenos, viriles. Entre zarandeo y zarandeo calculo veintidós personas, a 70 kilos por unidad, mil quinientos cuarenta kilos más el equipaje en un jeep que no tiene el largo de un turismo normal. A un palmo de la rueda veo el río cien o doscientos metros más abajo. Calculo la inclinación que debe tomar para que todo se vaya al garete. Es cosa de suerte, ni siquiera tendríamos el honor de aparecer en la prensa.



Kharimabad


28 de agosto de 1999

Hoy caminamos por el valle de Utar. Perdimos el camino: cieno, agua hasta más arriba de las rodillas y vegetación enmarañada.

 

Passu


27 de agosto de 1999

Lo más espectacular del paseo de hoy ha sido cruzar el río Hudra por dos puentes colgantes. Son puentes larguímos, bamboleantes, formados por tablas sujetadas por cables. Lo pasé mal al principio. Con los brazos extendidos apenas llegaba a agarrarme a los cables y las maderas que formaban el puente estaban tan separadas que a veces tenía que estirar las piernas al máximo para alcanzar la siguiente tabla, además el primero se movía y se movía empujado por el viento. Vamos que ni Indiana Jones.


Ahora me siento satisfecha y contenta.








Sost, primera población en Pakistán






26 de agosto de 1999

Nada más salir de Kasghar, un descomunal agujero, media carretera se había ido al garete bajo el impulso de las aguas del río. Todo el día esperando junto al autobús mientras la gente iba de acá para allá y los que conducían las carretas que llevaban sandías y melones pasaban a vender su mercancía. Melón fue lo que comimos durante todo el día. Ambient de polvo y más polvo.

Maravillosa entrada en Pakistán. Maravilloso paisaje, maravillosa gente y maravilloso ambiente.Nada más cruzar el paso de Kunjerab la niebla comenzó a disiparse, poco antes nevaba, y se pudieron ver las montañas.

Sort es poco más que una aldea que vive en parte del turismo que llega de China. Fotografiamos los camiones cargados de adornos, colgaduras, repletos de colores. Un grupo de camioneros nos invita a un té, nos hacen fotos, intentamos entendernos a base del vocabulario urdu de la guía y algo de inglés. Me encantan los pakistaníes, piel morena, ojos profundos y labios sensuales. No vemos ninguna mujer.


Alberto:
Cambio de gentes, cambio de comida, distinto modo de mirar la vida, más informalidad.